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viernes, 31 de mayo de 2013

Amor - Poemas de Julia de Burgos




Amor - Poemas de Julia de Burgos 

Amor... 
única llama que me queda de Dios 
en el sendero cierto de lo incierto. 

Aquí, 
desesperada, 
me contemplo la vida en un hueco del tiempo. 

Entrecortando pasa el sendero de luz 
que esperancé de sueño. 

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas, 
volando en el espacio! 

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa, 
cuando despierta el cuerpo! 

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados...! 
¡Multiplican en ecos! 

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada, 
¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos! 

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma... 
Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso. 

Mis espigas no quieren germinar al futuro. 
¡Oh el peso del ambiente! 
¡Oh el peso del destierro! 

¡Amor...! 
Hasta la leve ronda de tu voz perturbada, 
me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.


¡Oh mar, no esperes más! - Poemas de Julia de Burgos



Oh mar, no esperes más! - Poemas de Julia de Burgos 

Tengo caído el sueño, 
y la voz suspendida de mariposas muertas. 
El corazón me sube amontonado y solo 
a derrotar auroras en mis párpados. 
Perdida va mi risa 
por la ciudad del viento más triste y devastada. 
Mi sed camina en ríos agotados y turbios, 
rota y despedazándose. 
Amapolas de luz, mis manos fueron fértiles 
tentaciones de incendio. 
Hoy, cenizas me tumban para el nido distante. 
¡Oh mar, no esperes más! 
Casi voy por la vida como gruta de escombros. 
Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre. 
Inútilmente estiro mi camino sin luces. 
Como muertos sin sitio se sublevan mis voces. 
¡Oh mar, no esperes más! 
Déjame amar tus brazos con la misma agonía 
con que un día nací. Dame tu pecho azul, 
y seremos por siempre el corazón del llanto?


CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE


Sor Juana Inés de la Cruz

Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

Que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Hijo del alma - Poemas de José Martí



 Hijo del alma - Poemas de José Martí 
Tú flotas sobre todo, 
Hijo del alma! 
De la revuelta noche 
Las oleadas, 
En mi seno desnudo 
Déjaste el alba; 
Y del día la espuma 
Turbia y amarga, 
De la noche revueltas 
Te echan las aguas. 
Guardancillo magnánimo, 
La no cerrada 
Puerta de mi hondo espíritu 
Amante guardas; 
Y si en la sombra ocultas 
Búscanme avaras, 
De mi calma celosas, 
Mis penas varias,? 
En el umbral oscuro 
Fiero te alzas, 
Y les cierran el paso 
Tus alas blancas! 
Ondas de luz y flores 
Trae la mañana, 
Y tú en las luminosas 
Ondas cabalgas. 
No es, no, la luz del día 
La que me llama, 
Sino tus manecitas 
En mi almohada. 
Me hablan de que estás lejos: 
¡Locuras me hablan! 
Ellos tienen tu sombra; 
¡Yo tengo tu alma! 
Ésas son cosas nuevas, 
Mías y extrañas. 
Yo sé que tus dos ojos 
Allá en lejanas 
Tierras relampaguean,? 
Y en las doradas 
Olas de aire que baten 
Mi frente pálida, 
Pudiera con mi mano, 
Cual si haz segara 
De estrellas, segar haces 
De tus miradas! 
¡Tú flotas sobre todo, 
Hijo del alma!


Árbol de mi alma - Poemas de José Martí


 Árbol de mi alma - Poemas de José Martí 

Como un ave que cruza el aire claro 
Siento hacia mí venir tu pensamiento 
Y acá en mi corazón hacer su nido. 
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas 
Como los labios frescos de un mancebo 
En su primer abrazo a una hermosura: 
Cuchichean las hojas: tal parecen 
Lenguaraces obreras y envidiosas, 
A la doncella de la casa rica 
En preparar el tálamo ocupadas: 
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo: 
Todo lo triste cabe en él, y todo 
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere! 
De hojas secas, y polvo, y derruidas 
Ramas lo limpio: bruño con cuidado 
Cada hoja, y los tallos: de las flores 
Los gusanos del pétalo comido 
Separo: oreo el césped en contorno 
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha 
Apresto el corazón enajenado!


DESNUDOS - Poemas de Juan Ramón Jiménez



DESNUDOS - Poemas de Juan Ramón Jiménez 
Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!

(...Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

Levantará el gallo
su clarín de llama,
y la aurora plena,
cantando entre granas,
prenderá sus fuegos
en las ramas blandas.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, en el sol nacido,
tus sienes doradas,
los ojos inmensos
de tu cara maga,
evitando azules
mis negras miradas!

(...Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

jueves, 30 de mayo de 2013

Por calle del rey arriba - Poemas de Oscar Castro



Por calle del rey arriba - Poemas de Oscar Castro 
Por calle del rey arriba 
de San Francisco a la diestra, 
en casa de recios muros, 
vivía la primavera 
la luna que se asomaba 
por los ventanales era 
la boca de una guitarra: 
las cuerdas eran las rejas. 

La Primavera tenía 
carne de mujer morena, 
ojos de amor y pecado, 
boca de dulce promesa. 
Manuel Rodríguez la amaba, 
mas otro la pretendiera: 
Antes de decir su nombre, 
mi boca firme se cierra. 
sonriente y mozo era el uno; 
el otro, celo y fiereza. 

Entre los dos militares 
temblaba la Primavera. 

En noches de ausente luna, 
llegaban ambos a verla: 
el uno por la ventana, 
el otro por franca puerta. 

Los besos del que acudía 
sin trabas a la vivienda, 
eran amargos de celos 
y hablaban de muerte artera; 
mas los de Manuel Rodríguez 
sabían a madreselvas, 
sabían a estrellas rubias 
y a rasgueo de vihuelas. 
a la mujer por las rejas 
toda el alma se le fuera. 

Jinete en caballo moro, 
Rodríguez a verla llega. 
Le cantan los espolines 
al desmontar en la acera. 
Los espolines le cantan 
a la mujer que lo espera, 
pecho adentro, sangre arriba 
como nupciales promesas 

A través de los barrotes, 
las manos de la morena 
sobre el pecho masculino 
descansan en la guerrera. 
Del militar en el cuello 
relumbran dos calaveras: 
es la insignia de los Húsares 
que entre las sombras destella. 

-Amado, anoche soñaba... 
soñaba cosas siniestras: 
la insignia que tu llevabas 
en sangre se tiñera... 
Amado, en un cielo negro 
sangraba la luna nueva... 

Manuel Rodríguez besaba 
los labios de la morena; 
sus dientes en la penumbra 
brillaban con risa fresca. 

- La bala que ha de matarme 
ningún hombre la fundiera. 
La sangre que viste anoche 
son mis amores, morena. 

En Tiltil quedó tendido, 
de muerte alevosa y fiera. 
La sangre del pecho abierto 
manchaba dos calaveras. 

En la noche de aquel día 
fue roja la luna nueva. 
A traición tuvo que ser, 
que de frente no pudieran. 
La bala no fue de plomo, 
que fue de celo y fiereza. 

Al mundo vino muy tarde 
ese año la primavera. 
Las rosas fueron mas rojas 
y fue mas triste la tierra. 

En calle del Rey arriba, 
de San Francisco a la diestra 
tras enrejada ventana 
lloraba la primavera. 

Un caballero de sombra 
llegarse quiere a ella. 
no cantan sus espolines 
al desmontar en la acera. 
del caballo que lo trae 
las herraduras no suenan. 

En vano dos blancos brazos 
asómase por la reja: 
el caballo es el viento; 
sombra en la sombra se aleja. 
la mujer está llorando. 
ya no vendrá el que la espera. 

¿El nombre de esta mujer 
de sueño, amor y leyenda?... 
Vivió en Santa Cruz de Triana, 
era criolla y morena... 

La historia no dice más. 
Llamémosla Primavera.


Poema Romance- De Barco Y Junco- de Oscar Castro



Poema Romance -De Barco Y Junco- de Oscar Castro

El junco de la rivera
  y el doble junco del agua,
en el país de un estanque
donde el día se mojaba,
donde volaban, inversas,
palomas de inversas alas.

El junco batido al viento
-estrella de seda y plata-
le daba la espalda al cielo
y hacia el cielo se curvaba,
como un dibujo salido
de un biombo de puertas claras.

El estanque era un océano
para mi barco pirata:
mi barco que por las tardes
en un lucero se anclaba,
mi barco de niño pobre
que me trajeron por pascua
y que hoy surca este romance
con velas anaranjadas.

Estrella de marineros,
en junco al barco guiaba.
El viento azul que venía
dolorido de fragancias,
besaba de lejanías
mis manos y mis pestañas
y era caricia redonda
  sobre las velas combadas.

Al río del pueblo, un día,
llevé mi barco pirata.
lo dejé anclado en la orilla
para hacerle una ensenada;
mas lo llamó la corriente
con su telégrafo de aguas
y huyó pintando la tarde
de letras anaranjadas.

Dos lágrimas me trizaron
las pupilas desoladas.
en la cubierta del barco
se fue, llorando, mi infancia.

Los espejos - Poemas de Jorge Luis





 Los espejos - Poemas de Jorge Luis 

Yo que sentí el horror de los espejos 
no sólo ante el cristal impenetrable 
donde acaba y empieza, inhabitable, 
un imposible espacio de reflejos 

sino ante el agua especular que imita 
el otro azul en su profundo cielo 
que a veces raya el ilusorio vuelo 
del ave inversa o que un temblor agita 

Y ante la superficie silenciosa 
del ébano sutil cuya tersura 
repite como un sueño la blancura 
de un vago mármol o una vaga rosa, 

Hoy, al cabo de tantos y perplejos 
años de errar bajo la varia luna, 
me pregunto qué azar de la fortuna 
hizo que yo temiera los espejos. 


Espejos de metal, enmascarado 
espejo de caoba que en la bruma 
de su rojo crepúsculo disfuma 
ese rostro que mira y es mirado, 

Infinitos los veo, elementales 
ejecutores de un antiguo pacto, 
multiplicar el mundo como el acto 
generativo, insomnes y fatales. 

Prolonga este vano mundo incierto 
en su vertiginosa telaraña; 
a veces en la tarde los empaña 
el Hálito de un hombre que no ha muerto. 

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro 
paredes de la alcoba hay un espejo, 
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo 
que arma en el alba un sigiloso teatro. 

Todo acontece y nada se recuerda 
en esos gabinetes cristalinos 
donde, como fantásticos rabinos, 
leemos los libros de derecha a izquierda. 

Claudio, rey de una tarde, rey soñado, 
no sintió que era un sueño hasta aquel día 
en que un actor mimó su felonía 
con arte silencioso, en un tablado. 

Que haya sueños es raro, que haya espejos, 
que el usual y gastado repertorio 
de cada día incluya el ilusorio 
orbe profundo que urden los reflejos. 

Dios (he dado en pensar) pone un empeño 
en toda esa inasible arquitectura 
que edifica la luz con la tersura 
del cristal y la sombra con el sueño. 

Dios ha creado las noches que se arman 
de sueños y las formas del espejo 
para que el hombre sienta que es reflejo 
y vanidad. Por eso no alarman.


Despedida - Poemas de Jorge Luis Borges



Pintura de Vicente Romero Redondo 
 Despedida - Poemas de Jorge Luis Borges 


Entre mi amor y yo han de levantarse 
trescientas noches como trescientas paredes 
y el mar será una magia entre nosotros. 

No habrá sino recuerdos. 
Oh tardes merecidas por la pena, 
noches esperanzadas de mirarte, 
campos de mi camino, firmamento 
que estoy viendo y perdiendo... 
Definitiva como un mármol 
entristecerá tu ausencia otras tardes.


Rimas XIV - Poemas de Rubén Darío




Pintura de Vicente Romero Redondo 
 Rimas XIV - Poemas de Rubén Darío 

El ave azul del sueño 
sobre mi frente pasa: 
tengo en mi corazón la primavera 
y en mi cerebro el alba. 
Amo la luz, el pico de la tórtola, 
la rosa y la campánula, 
el labio de la virgen 
y el cuello de la garza. 
!Oh, Dios mío, Dios mío!... 
Sé que me ama... 

Cae sobre mi espíritu 
la noche negra y trágica; 
busco el seno profundo de sus sombras 
para verter mis lágrimas. 
Sé que en el cráneo puede haber tormentas, 
abismos en el alma 
y arrugas misteriosas 
sobre las frentes pálidas. 
¡Oh, Dios mío, Dios mío!... 
Sé que me engaña..

miércoles, 29 de mayo de 2013

Federico García Lorca ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA



Federico García Lorca
ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA 


Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

Eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon. 

Soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo. 

Tenías en el pecho la formidable aurora
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo. 

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado. 

Tenías la pasión que da el cielo de España.
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado! 

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado. 

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios. 

Para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado? 

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos. 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro! 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico. 

Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

BALADILLA E LOS TRES RIOS-Federico García Lorca

                                 

                                       Federico García Lorca  
BALADILLA E LOS TRES RIOS 
A Salvador Quintero 


El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo. 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros. 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos! 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

LLUVIA - Federico García Lorca




LLUVIA 
Federico García Lorca

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje. 

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante. 

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe. 

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne. 

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales. 

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre. 

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe. 

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes! 

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres. 

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave. 

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte. 

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje! 

ELEGÍA PARA TI Y PARA MÍ- José Ángel Buesa

ELEGÍA PARA TI Y PARA MÍ 
José Ángel Buesa     

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.

Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,

y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

                
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,

bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.

Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

                
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.

Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía».
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».

Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

                
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.

Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.

Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.

                
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.

Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.

Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

                
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.

Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.

Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.