Pintura de Isabel Guerra
La memoria divina
GABRIELA MISTRAL
Si me dais una estrella,
y me la abandonáis, desnuda ella
entre la mano, no sabré cerrarla
por defender mi nacida alegría.
Yo vengo de una tierra
donde no se perdía.
Si me encontráis la gruta
maravillosa, que como una fruta
tiene entraña purpúrea y dorada,
y hace inmensa de asombro la mirada,
no cerraré la gruta
ni a la serpiente ni a la luz del día,
que vengo de una tierra
donde no se perdía.
Si vasos me alargaseis,
de cinamomo y sándalo, capaces
de aromar las raíces de la tierra
y de parar el viento cuando yerra,
a cualquier playa los confiaría,
que vengo de un país
donde no se perdía.
Tuve la estrella viva en mi regazo,
y entera ardí como un tendido ocaso.
Tuve también la gruta en que pendía
el sol, y donde no acababa el día.
Y no supe guardarlos,
ni entendía que oprimirlos era amarlos.
Dormí tranquila sobre su hermosura
y sin temblor bebía en su dulzura.
Y los perdí, sin grito de agonía,
que vengo de una tierra
en donde el alma eterna no perdía.
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